Syrigma
Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.
Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 22 de julio de 2009.
“El Ordinario de la Misa”
Parte II
Conozcamos ahora un poco acerca de cada uno de los elementos del Ordinario de la Misa:
Tenemos en primer lugar el Kyrie. Históricamente, el Kyrie parece que proviene de las oraciones de los fieles o peticiones que se hacían antes de la fracción del pan y que prácticamente desaparecieron de la misa quedando sólo la respuesta en forma de letanía que repetía el pueblo: Kyrie Eleison (Señor apiádate) y que posteriormente, aproximadamente en el siglo V, se le trasladó al comienzo de la celebración. De este proceso tenemos testimonio del papa Gregorio el Grande, alrededor del siglo VII. El Kyrie es como un grito de súplica que en cierta forma prolonga los ritos de entrada. Junto con el Gloria, el Kyrie fue probablemente de las primeras piezas sacras en que se introdujo la polifonía. En un principio fueron solo sencillas melodías que hasta hoy nos muestran su carácter litánico. Más tarde, estas melodías antiguas se fueron enriqueciendo y adornando con abundantes ‘melismas’ o melodías muy desarrolladas. Ya en el siglo IX quedó establecido el número de invocaciones-respuestas (en total nueve) con lo cual quedó como un canto mediante el cual los fieles aclaman al Señor e imploran su misericordia.
El caso del Gloria es diferente. El Gloria es un himno de alabanza que la Iglesia romana incorporó a la misa desde tiempos inmemoriales. En realidad es una de las más antiguas piezas de la liturgia (s. II) y fue concebida, al parecer, no para la misa sino para la conclusión de la oración matutina, las Laudes. Primeramente lo incorporaron los obispos a la misa de Navidad, hacia el siglo VI, por empezar con las palabras del cántico de los ángeles en Belén, y se extendió después a la Iglesia universal. El Gloria es una obra maestra de la prosa lírica y es de todas las piezas del ordinario junto con el Sanctus, la que reclama con más necesidad el canto, suponiendo por sí misma una expresión musical. En la liturgia romana, parece que el Gloria generalmente ha sido cantado por el coro de los clérigos rodeando el altar. En cuanto a la tradición musical, sucede lo mismo que con el Kyrie, el Gloria fue también de los primeros cantos del ordinario que se nos han transmitido polifónicamente y que adquirieron mayor importancia musical, como anotábamos más arriba. Por ser un texto muy rico admite muchos contrastes musicales desde lo solemne y pomposo hasta lo suplicante y expresivo.
En cuanto al Sanctus, aunque no lo parezca, es el canto principal de la mesa eucarística. Siempre se le ha concebido como un canto colectivo de toda la asamblea presente, clérigos y pueblo y sobrepasa a todas las demás piezas del Ordinario en dignidad e importancia. Su origen se remonta a la herencia judía y su texto podemos encontrarlo casi íntegro en la Biblia, el libro de Isaías 6, 3. Su primera inclusión en la Misa, testimoniada por Serapión, lo encontramos hacia el siglo IV, pero seguramente ya desde mucho antes figuraba en la liturgia, probablemente desde el siglo II. Muchas veces encontramos separado el Sanctus del Benedictus porque en la antigua liturgia eran dos cantos separados y era la forma de ejecutarse, pero actualmente son dos elementos enlazados de una misma pieza. Un dato que me resultó muy interesante fue que precisamente con el Sanctus comenzaron a incluirse los instrumentos en la Misa, especialmente el órgano que era considerado como un instrumento de uso pagano. El Sanctus es la pieza del Ordinario que durante más tiempo ha ofrecido resistencia a la evolución neumática y a la polifonía.
Para hablar un poco del Agnus Déi tomaré algunos textos del artículo antes mencionado. El ‘Agnus Déi’ es la última de las partes del ordinario de la misa y su historia se remonta al siglo VII. Al parecer el Papa Sergio I, de origen griego (687-701) quiso que el rito de la fracción del Pan fuera acompañado con algún canto por parte del pueblo y por el clero conjuntamente. Aun así, hacia finales del siglo VIII el Agnus Déi era cantado solamente por la Schola (es decir el coro) y a lo sumo se le permitía al pueblo cantar las respuestas de cada una de las partes. Como la fracción del Pan tenía una duración muy variada, durante ésta se cantaba el Agnus Déi las veces que fuera necesaria hasta haber concluido el rito. Hacia el XI, se limitó a tres el número de invocaciones y debido a las continuas alteraciones de la paz que sufrió ese siglo se cambió la respuesta de la tercera invocación que decía “miserere nobis” por las palabras “dona nobis pacem” (danos la paz) Exceptuando el Credo, el Agnus Déi fue la última de las aclamaciones incorporadas al común de la misa. Con esto podemos deducir que las melodías gregorianas que se conservan actualmente son en su mayoría entre los siglos XI y XVI. Al quedar establecidas el número de aclamaciones, las melodías fueron adquiriendo diferentes y muy variadas formas de ejecución. Con el correr de los siglos los músicos fueron haciendo uso de su imaginación y adaptaron el Agnus Déi y las demás partes del Ordinario a muy variadas formas y estilos de composición
En general podemos encontrar todas estas piezas del Ordinario en las llamadas “Misas” compuestas por infinidad de músicos. Solemos conocer gran parte de la Misa en Si menor de J. S. Bach pero hay muchas otras que vale la pena mencionar. Primeramente tenemos una serie de misas gregorianas que son de un valor inmenso tanto por su historia como por su hermosura. Contamos con músicos del Renacimiento como Palestrina, Duarte Lobo, Hernando Franco y otros más que compusieron Misas para diversas celebraciones Además por otro lado tenemos por ejemplo la Misa de la Coronación de W. A. Mozart, que no sólo la escuchamos una que otra vez en la radio o en conciertos, sino que se le ha utilizado alguna vez en la liturgia eucarística actual. Está también la Misa de A. Vivaldi, la Misa a Santa Cecilia de F. J. Haydn, la Misa Solemnis en Re mayor de L. v. Beethoven, la Misa Solemnis de César Franck, la Berliner Messe de Arvo Pärt, la Misa de Leonard Bernstein y muchas otras más sin contar la cantidad casi innumerable de misas para difuntos como el Requiem del ya mencionado W. A. Mozart, el Requiem de G. Fauré, el Requiem de G. Verdi, etc., y las misas del canto gregoriano para difuntos. Gran cantidad de repertorio de todas las épocas y para todos los gustos…