lunes, 28 de septiembre de 2009

"El Ordinario de la Misa" (Parte II)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 22 de julio de 2009.

“El Ordinario de la Misa”

Parte II


Conozcamos ahora un poco acerca de cada uno de los elementos del Ordinario de la Misa:

Tenemos en primer lugar el Kyrie. Históricamente, el Kyrie parece que proviene de las oraciones de los fieles o peticiones que se hacían antes de la fracción del pan y que prácticamente desaparecieron de la misa quedando sólo la respuesta en forma de letanía que repetía el pueblo: Kyrie Eleison (Señor apiádate) y que posteriormente, aproximadamente en el siglo V, se le trasladó al comienzo de la celebración. De este proceso tenemos testimonio del papa Gregorio el Grande, alrededor del siglo VII. El Kyrie es como un grito de súplica que en cierta forma prolonga los ritos de entrada. Junto con el Gloria, el Kyrie fue probablemente de las primeras piezas sacras en que se introdujo la polifonía. En un principio fueron solo sencillas melodías que hasta hoy nos muestran su carácter litánico. Más tarde, estas melodías antiguas se fueron enriqueciendo y adornando con abundantes ‘melismas’ o melodías muy desarrolladas. Ya en el siglo IX quedó establecido el número de invocaciones-respuestas (en total nueve) con lo cual quedó como un canto mediante el cual los fieles aclaman al Señor e imploran su misericordia.

El caso del Gloria es diferente. El Gloria es un himno de alabanza que la Iglesia romana incorporó a la misa desde tiempos inmemoriales. En realidad es una de las más antiguas piezas de la liturgia (s. II) y fue concebida, al parecer, no para la misa sino para la conclusión de la oración matutina, las Laudes. Primeramente lo incorporaron los obispos a la misa de Navidad, hacia el siglo VI, por empezar con las palabras del cántico de los ángeles en Belén, y se extendió después a la Iglesia universal. El Gloria es una obra maestra de la prosa lírica y es de todas las piezas del ordinario junto con el Sanctus, la que reclama con más necesidad el canto, suponiendo por sí misma una expresión musical. En la liturgia romana, parece que el Gloria generalmente ha sido cantado por el coro de los clérigos rodeando el altar. En cuanto a la tradición musical, sucede lo mismo que con el Kyrie, el Gloria fue también de los primeros cantos del ordinario que se nos han transmitido polifónicamente y que adquirieron mayor importancia musical, como anotábamos más arriba. Por ser un texto muy rico admite muchos contrastes musicales desde lo solemne y pomposo hasta lo suplicante y expresivo.

En cuanto al Sanctus, aunque no lo parezca, es el canto principal de la mesa eucarística. Siempre se le ha concebido como un canto colectivo de toda la asamblea presente, clérigos y pueblo y sobrepasa a todas las demás piezas del Ordinario en dignidad e importancia. Su origen se remonta a la herencia judía y su texto podemos encontrarlo casi íntegro en la Biblia, el libro de Isaías 6, 3. Su primera inclusión en la Misa, testimoniada por Serapión, lo encontramos hacia el siglo IV, pero seguramente ya desde mucho antes figuraba en la liturgia, probablemente desde el siglo II. Muchas veces encontramos separado el Sanctus del Benedictus porque en la antigua liturgia eran dos cantos separados y era la forma de ejecutarse, pero actualmente son dos elementos enlazados de una misma pieza. Un dato que me resultó muy interesante fue que precisamente con el Sanctus comenzaron a incluirse los instrumentos en la Misa, especialmente el órgano que era considerado como un instrumento de uso pagano. El Sanctus es la pieza del Ordinario que durante más tiempo ha ofrecido resistencia a la evolución neumática y a la polifonía.

Para hablar un poco del Agnus Déi tomaré algunos textos del artículo antes mencionado. El ‘Agnus Déi’ es la última de las partes del ordinario de la misa y su historia se remonta al siglo VII. Al parecer el Papa Sergio I, de origen griego (687-701) quiso que el rito de la fracción del Pan fuera acompañado con algún canto por parte del pueblo y por el clero conjuntamente. Aun así, hacia finales del siglo VIII el Agnus Déi era cantado solamente por la Schola (es decir el coro) y a lo sumo se le permitía al pueblo cantar las respuestas de cada una de las partes. Como la fracción del Pan tenía una duración muy variada, durante ésta se cantaba el Agnus Déi las veces que fuera necesaria hasta haber concluido el rito. Hacia el XI, se limitó a tres el número de invocaciones y debido a las continuas alteraciones de la paz que sufrió ese siglo se cambió la respuesta de la tercera invocación que decía “miserere nobis” por las palabras “dona nobis pacem” (danos la paz) Exceptuando el Credo, el Agnus Déi fue la última de las aclamaciones incorporadas al común de la misa. Con esto podemos deducir que las melodías gregorianas que se conservan actualmente son en su mayoría entre los siglos XI y XVI. Al quedar establecidas el número de aclamaciones, las melodías fueron adquiriendo diferentes y muy variadas formas de ejecución. Con el correr de los siglos los músicos fueron haciendo uso de su imaginación y adaptaron el Agnus Déi y las demás partes del Ordinario a muy variadas formas y estilos de composición

En general podemos encontrar todas estas piezas del Ordinario en las llamadas “Misas” compuestas por infinidad de músicos. Solemos conocer gran parte de la Misa en Si menor de J. S. Bach pero hay muchas otras que vale la pena mencionar. Primeramente tenemos una serie de misas gregorianas que son de un valor inmenso tanto por su historia como por su hermosura. Contamos con músicos del Renacimiento como Palestrina, Duarte Lobo, Hernando Franco y otros más que compusieron Misas para diversas celebraciones Además por otro lado tenemos por ejemplo la Misa de la Coronación de W. A. Mozart, que no sólo la escuchamos una que otra vez en la radio o en conciertos, sino que se le ha utilizado alguna vez en la liturgia eucarística actual. Está también la Misa de A. Vivaldi, la Misa a Santa Cecilia de F. J. Haydn, la Misa Solemnis en Re mayor de L. v. Beethoven, la Misa Solemnis de César Franck, la Berliner Messe de Arvo Pärt, la Misa de Leonard Bernstein y muchas otras más sin contar la cantidad casi innumerable de misas para difuntos como el Requiem del ya mencionado W. A. Mozart, el Requiem de G. Fauré, el Requiem de G. Verdi, etc., y las misas del canto gregoriano para difuntos. Gran cantidad de repertorio de todas las épocas y para todos los gustos…

jueves, 27 de agosto de 2009

"El Ordinario de la Misa"

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 22 de julio de 2009.

“El Ordinario de la Misa”


Parte I

Cuando escuchamos hablar de “Misa”, inmediatamente viene a nuestra mente una asamblea cristiana reunida, celebrando, mediante ritos y cantos, los misterios de Dios. A lo largo de los siglos infinidad de compositores han echado a volar su imaginación y han musicalizado, en diferentes y muy variadas versiones cada una de las partes de la “Misa”, tanto las del ordinario como las diversas aclamaciones, momentos procesionales y demás partes de la liturgia Eucarística. En esta ocasión quiero referirme muy brevemente al “Ordinario de la Misa”, que son las partes que más frecuentemente podemos escuchar tanto en las Iglesias (siempre y cuando se tenga un buen equipo de músicos y cantores) como en las salas de concierto o en las estaciones radiofónicas.

La Misa como tal surge a partir de la llamada “Última Cena del Señor”, en la que algunos ritos y palabras tomados de la cena pascual judía se combinan con ritos y palabras totalmente novedosos que le dan el sabor cristiano a dicha Cena. Durante muchos años, después del acontecimiento de la Resurrección, los cristianos del siglo I d.C., se reunían para cumplir el mandato del Señor: “haced esto en memoria mía”. Al principio, estas “cenas” en memoria del Señor sólo eran eso, cenas en las que las los creyentes se reunían y el presbítero que encabezaba el ágape repetía las palabras pronunciadas por Jesucristo. A continuación todos consumían con sumo respeto el pan, que ya no era pan sino el Cuerpo del Señor y el vino, que ya no era vino, sino la Sangre del Señor. Además de ser un verdadero banquete, en el que todos participaban en compartir los alimentos, se hacía distribución equitativa de cuanto se ponía en común y se tenía una amena conversación en la que se recordaban algunos aspectos importantes de la vida de Jesucristo. Conforme van pasando los años a este tipo de “Cenas” se les fueron añadiendo oraciones y plegarias, la recitación de algunos salmos y la introducción de procesiones tanto al comienzo como al ofrecer los dones del pan y del vino. Al parecer hacia el siglo IV ya hay algo más o menos establecido que, aunque se van pronunciando las diferencias entre oriente y occidente, la esencia se sigue conservando: conmemorar la Cena del Señor. Y es por estas fechas en que se tiene noticia de la participación de una Schola Cantorum, es decir la Agrupación de los Cantantes. Ya para siglo VIII o IX se tienen datos de que por lo menos lo que hoy conocemos como el Ordinario de la Misa ya está establecido en todo Occidente y que a pesar de haber surgido como cantos propios de la Asamblea de los fieles es cantada en su mayoría por los presbíteros.

Sería muy largo explicar todo este proceso de evolución que tuvo la Misa y específicamente los cantos que en ella se ejecutan. El Ordinario de la Misa lo componen los siguientes cantos: Kyrie, Gloria, Sanctus con su respectivo Benedictus, y Agnus Déi. Podríamos incluir el Credo pero deliberadamente no lo anoté junto con los ya mencionados debido a que su inclusión definitiva al ordinario fue muy tardía, casi en el siglo XI. Cada una de estas partes cuenta con su propia historia y su muy peculiar evolución e inclusión en la Liturgia Eucarística. Ya en una ocasión habíamos abordado la historia del Agnus Dei, (www.clasicamexico.com/view_archivo.php?id=1&article=28 ) y por ahora solo nos centramos en el Ordinario en su conjunto aunque explicando muy brevemente cada una de sus partes. Los textos de estos cantos son fijos y estructuran la celebración de la misa porque van unidos a sus respectivos ritos. Por eso mismo se les llama “Ordinario” y debe ser lo más privilegiado en cada misa. De hecho la tradición de la Iglesia supo seleccionar de entre su vasto repertorio determinados cantos del Ordinario para los diversos tiempos litúrgicos y para sus múltiples fiestas... (Continuará...)



sábado, 15 de agosto de 2009

"Como un eco lejano" (Conclusión)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

“Como un eco lejano…” (Conclusión)


Miguel Bernal consideraba que “el músico de nuestra época es el artista culto, modesto en su trato y en su porte, que cree en Dios y lo confiesa con su vida”… Él sabía que su vocación era el ser un Músico Sacro y a mi parecer vivió esa vocación con una entrega plena y ardorosa. Miguel Bernal fue un gran músico que “alabó a Dios con oraciones hechas de música, vivió con sencillez y disciplina…”.

Lamentablemente su muerte fue muy prematura… Un 26 de julio de 1956 Miguel Bernal murió a los 46 años, víctima de un infarto masivo al corazón, mientras trabajaba en una partitura que estrenaría ese verano. Había venido desde los Estados Unidos a dirigir algunas de sus obras y a pasar algunos días con su familia, cosa que no pudo llevar a cabo. De cualquier forma, Miguel Bernal Jiménez nos dejó una herencia invaluable tanto en su obra musical como en la didáctica y la litúrgica. Me atrevo a decir que todo músico “decente”, dedicado a la música sacra debe conocer todas las aportaciones que hizo este gran maestro y tomar en cuenta las enseñanzas y sugerencias que nos dejó en toda su obra. Prometo, en otra aventura sacro-musical hacer un análisis más profundo de algunos aspectos tanto de su música como de la liturgia que a él le tocó, que como todos sabemos cambió a partir de las reformas del Concilio Vaticano II. La verdad, no puedo imaginar, si a él le hubiera tocado vivir estos tiempos, cómo hubiera reaccionado ante la actual crisis de la música sacra por la que está pasando la Iglesia católica, pero repito, ése es tema para muchos otros artículos.

Les hago una última recomendación: en este mismo sitio, www.clasicamexico.com podemos encontrar el Podcast del 27 de julio del 2007 del programa de Referencia, que conducen nuestros queridos amigos Emilio Sánchez y Sergio Rivera, en el que nos transmitieron algunas de las piezas más representativas de la obra de Miguel Bernal Jiménez. Y para que lo puedan disfrutar desde luego concluyo este artículo con una frase de “Salmo” que también revela mi sentir y mi pensar con respecto a la música sacra: En mi pecho arde un secreto anhelo, Señor, que mi canto sea agradable a Ti y también a los hombres…”, que en otras palabras sería como dice el Motu Proprio de S. Pío X: … la música sagrada tiende a su mismo fin, el cual consiste en la gloria de Dios y en la santificación y edificación de los fieles”.

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 11 de agosto de 2008 y en www.sorfilotea.wordpress.com

martes, 21 de julio de 2009

“Como un eco lejano…” (Parte II)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 11 de agosto de 2008.

“Como un eco lejano…” (Parte II)


Uno de los aspectos más notables que no podemos dejar en el tintero es el esfuerzo que hizo Miguel Bernal para que se cumplieran las disposiciones litúrgicas y musicales de la Iglesia católica promulgadas en el Motu Proprio (1903) del Papa San Pío X, aunque para ello tuvo que superar infinidad de obstáculos y dificultades y emprender acciones para la correcta formación de los “Músicos de Iglesia” y la educación musical del pueblo con el fin de alentar su participación en los actos litúrgicos. A mi juicio ésta es una de las aportaciones más importantes que nos dejó el compositor (y que deberíamos retomar seriamente), aunque desafortunadamente, este trabajo quedó truncado casi indefinidamente, por su repentina muerte, como ya habíamos comentado en alguna ocasión. Como muestra de este esfuerzo casi extenuante por difundir la correcta composición y ejecución de la música sacra tenemos algunos artículos publicados por él como son “Nacionalismo y música sagrada” y “La música sagrada y moderna” entre otros.

Promovió la ejecución del canto gregoriano conforme a la interpretación de Solesmes, la fundación de escuelas de música sacra e invirtió gran parte de su tiempo a la investigación y restauración de la música antigua de México. De hecho Miguel Bernal es considerado como uno de los pioneros en el campo de la investigación y la musicología del período novohispano por los hallazgos del Archivo musical del Colegio de Santa Rosa en Morelia, que como todos sabemos, sería más tarde el Conservatorio de las Rosas.

Miguel Bernal no sólo fue un gran músico, buen conocedor de la liturgia de su tiempo y un virtuoso en el órgano, sino que también fue poeta, gran amante de las artes y una persona con un exquisito y fino sentido del humor, hombre hogareño y apasionadamente enamorado de su esposa María Cristina. Entre sus muchos escritos hay uno que me es muy grato porque nos recorre un poco el velo de su intimidad y nos revela la intensidad de su oración. Este “Salmo” lo encontramos publicado en un cuadernillo de villancicos navideños publicados post-mortem, en 1995 por su esposa Ma. Cristina. Entresaco de allí algunas líneas de entre las cuales se haya la frase que utiliza la maestra Lorena Díaz Núñez para el título de su libro sobre la vida de Miguel Bernal J., y que yo también utilicé para presentar este artículo:

“Señor he nacido para cantar tus alabanzas

o he vivido en tu casa como un jilguerillo.

Dejaste caer en mi alma un destello de tu hermosura

y me hiciste artista para que viviese enamorado de Ti…

… Por doquiera te escucho y te persigo,

amada Voz de la Belleza increada,

y voy en pos de Ti ‘como un eco lejano’ y torpe,

dulce y obediente.

En mi pecho arde un secreto anhelo, Señor,

que mi canto sea agradable a Ti y también a los hombres.

Tu dedo sabio y hermoso, omnipotente y compasivo

pulse graciosamente una cuerda de mi lira,

y los corazones humanos,

como débiles arbustos, se conmoverán…”

…Agíteme vanamente, por entre las sombras, mientras viva,

cante al silencio y a la soledad, mientras tenga voz;

pero, apenas haya muerto, del polvo de mis huesos levántese mi canto,

como una nubecilla que poco a poco crezca hasta envolver toda la tierra…

…En el último día de los tiempos ésta será mi última alabanza,

la obra maestra que no pude crear.

Señor, te doy gracias por haber vivido,

te doy gracias por haberte amado”.

Es sólo una selección frases. El “Salmo” recorre nombres y momentos históricos de algunos de los grandes de la música y de vez en vez Bernal J., mezcla su historia personal con sus propios altibajos, sus incertidumbres y sus anhelos. Hay partes que, uno como músico, no puede dejar de sentirse identificado con sus sentimientos y emociones. Les recomiendo leer el “Salmo” completo que pueden encontrar el siguiente blog: lamusicasacra.wordpress.com

(Continuará...)



sábado, 11 de julio de 2009

"Como un eco lejano" (Parte I)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 11 de agosto de 2008.


“Como un eco lejano…” (Parte I)


El 26 de julio celebramos el 53º aniversario de la muerte de un gran músico y compositor mexicano que dedicó gran parte de su vida artística a la composición, restauración y difusión de la música sacra. Es una de esas figuras que admiro mucho, tanto por su excepcional musicalidad, como por su excelente formación litúrgica y su sensibilidad de lo “Divino”. No quise dejar escapar esta ocasión de hablar aunque sea muy someramente de la vida y obra sacra de Miguel Bernal Jiménez precisamente ahora que acaba de pasar su aniversario luctuoso. Así que comenzamos nuestra aventura sacro-musical de esta ocasión.

Recordemos primeramente algunos aspectos importantes de su vida. Miguel Bernal Jiménez nació en Morelia, Michoacán el 16 de febrero de 1910. A los siete años ya lo encontramos como niño cantor de la Catedral de su ciudad. Gracias a una beca por parte del arzobispado de Morelia pudo estudiar en Roma, en el Instituto Pontificio, donde obtuvo 3 maestrías: Canto Gregoriano, Composición y Órgano, pero durante su estadía en la Ciudad Eterna pasó por muchas dificultades económicas para poder terminar sus estudios. Concluida su formación musical regresó a Morelia, en 1939 y a partir de entonces se dedicó de lleno a la música y asuntos relacionados con ella. De hecho fue el primer organista litúrgico, perfectamente bien formado y preparado, de la Catedral de su natal Morelia.

En 1940 contrajo matrimonio con María Cristina Macouzet con quien tuvo 11 hijos. Gracias a su esposa, a algunos de sus hijos y a la maestra Lorena Díaz Núñez, musicóloga del CENIDIM podemos contar con un archivo en el que están recopiladas y catalogadas la mayoría de sus obras. En 1944 formó el coro de los “Niños Cantores de Morelia” y en 1945 fundó, con 30 socios más, el Conservatorio de las Rosas, igualmente en Morelia, Michoacán. También le debemos la fundación de la revista sacro-musical “Schola Cantorum”, que al parecer ha sido la revista más longeva de nuestro país. Escribió infinidad de artículos tanto para su revista como para otros medios de comunicación. También realizó giras por Europa y América dirigiendo sus propias obras y visitando lugares de importancia musical. En 1953 se trasladó a Nueva Orleáns, Estados Unidos, con parte de su familia, donde impartió clases en la Universidad de Loyola y posteriormente fue nombrado director de la Escuela de Música de dicha ciudad. También fue director del coro de la Catedral de San Luis y del coro del Colegio del Sagrado Corazón y miembro del Comité Directivo de la Orquesta sinfónica de Nueva Orleáns. Además, todavía se dio tiempo para mantener relaciones estrechas con algunos sus contemporáneos, entre ellos Carlos Chávez, Manuel María Ponce, Manuel Ponce Zavala, José Pablo Moncayo, Julián Carrillo, Jesús Estrada e Ignacio Mier Arriaga, pero sobretodo para componer un gran cantidad de música, sobre todo sacra.

Entre sus más de 250 obras hasta hoy catalogadas podemos encontrar música vocal, música para órgano, para piano, música para guitarra, para cuarteto de cuerdas, para conjunto de cámara, conciertos, ballets, óperas, música incidental y un largo etcétera. Pero a pesar de su producción tan extensa, la mayoría de nosotros lo ubicamos como el compositor del “Cuarteto Virreinal” que es una sonata para cuerdas que tiene como tema principal la melodía mexicana popular de “La víbora de la mar” en el primer movimiento y “Naranja dulce, limón partido” en el segundo… ¿la recuerdan? También hemos escuchado en una de las estaciones radiofónicas de música de concierto, en frecuencia modulada (Radio UNAM), el “Concertino para Órgano y orquesta” utilizado como rúbrica para abrir y cerrar las transmisiones de cada día de dicha estación. A mi parecer es una de las obras para órgano y orquesta mejor logradas de su tiempo, tomando en cuenta que no hay mucho repertorio para esta dotación... (Continuará...)

jueves, 14 de mayo de 2009

La Música Sacra en el siglo XX (Parte III)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

 Artículo publicado en www.clasicamexico.com, en Agosto de 2008.

 La Música Sacra en el siglo XX: (Parte III)

“Gloria in excelsis Deo” o “Réquiem aeternam dona ei, Dómine

(“Gloria a Dios en el cielo” o “Dale, Señor, el descanso eterno”).

 

Hace algunos días, en uno de esos pequeños ratos que tengo para la lectura personal, quise hojear los periódicos semanales que recibimos habitualmente en mi comunidad monacal.  Entre los artículos y propagandas que leí me topé con un anuncio que decía más o menos así:

 -       “¿Cómo vivir y promover el Evangelio?, participa en la formación Teológica para laicos”. 

Una inquietud muy grande surgió en mi interior y pasé un buen rato leyendo todos los anuncios y avisos acerca de los cursos y talleres que promueve la Iglesia Católica:

   -       “Curso de formación básica para nuevos ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión”.

-       “Coaching cognitivo aplicado a grupos para mejorar tu servicio al Señor.”

-       “Master in Family” para los agentes de Pastoral Familiar.”

-       Foro: “La elección de pareja para un proyecto de vida”.

-       Curso de “Sanación Integral”.

 Y me puedo seguir con más anuncios semejantes.  Mi desasosiego estaba llegando al culmen pero todavía me di el lujo de hojear algunas revistas religiosas… y nada: ni un solo curso, taller, ponencia o algo por el estilo que abordara la música sacra y que estuviera abierto o dirigido específicamente a los no-expertos en el arte.  Y para rematar mi desilusión, al reacomodar las hojas de uno de los periódicos, leí este anuncio:

 -       Parroquia de Santo… te invita: “Concierto de Rock-pop con N…, y su banda.”

 ¡Esto es el colmo!...  Está por demás decirles que pasé un buen rato estupefacta, desilusionada y sin palabras.  Y sin embargo es la cruda realidad.  Desafortunadamente a la música sacra no se le da el valor que debiera tener y por lo tanto es poco el interés que se tiene para abordar el tema.  Qué lástima que los principales promotores de esta gran herencia, los padrecitos y las monjitas, sean precisamente los menos interesados y los menos formados en este campo.  Es por eso que decidí, en esta ocasión, compartir con ustedes, por segunda ocasión, algunos puntos referentes a la Formación Musical de los fieles y que podemos encontrar en los documentos que versan sobre la música sacra, aprobadas y confirmadas por la Iglesia Católica. 

 Tomaremos como hilo conductor uno de los documentos más completos que podemos encontrar dentro del Magisterio de la Iglesia y es el “Músicam Sacram”.  Este documento lo aprobó la Sagrada Congregación de Ritos en 1967.  Ya cumplió 41 años pero desafortunadamente muchas de sus disposiciones están aún sin ejecutarse o cumpliéndose de manera superficial o arbitraria.  Es cierto que, después del Concilio Vaticano II, los sumos pontífices, desde Paulo VI hasta el actual Benedicto XVI han escrito sobre el tema pero en realidad no hay nada nuevo que no se haya dicho en el Motu Proprio de S. Pío X, en el Musicae Sacrae de Pío XII, o en el citado “Músicam Sacram”.  Otro documento que nos es indispensable es la Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, en su Capítulo VI dedicado íntegramente a la música sagrada y a la que nuestro documento, Músicam Sacram, sirve de continuación y complemento.

 Tenemos, pues, un primer punto, el No. 17 de Músicam Sacram, que dice así:

 “Entre los fieles deben recibir particular preparación en el campo, los miembros de las Instituciones religiosas de laicos para que con más eficacia contribuyan a sostener y promover la participación de los fieles.  La preparación de todo el pueblo al canto se debe promover cuidadosamente y con paciencia junto con la instrucción litúrgica, según la edad, el género de vida, el grado de cultura religiosa de los fieles, empezando desde los primeros años…”

 Vayamos paso por paso.  Es innegable el interés que el Magisterio de la Iglesia tiene por una verdadera y seria formación litúrgico-musical,  pero hay que reconocer que, como dice el viejo refrán, ‘del dicho al hecho hay mucho trecho’.  Una cosa son las posturas y disposiciones del Magisterio y otra las celebraciones cotidianas de una parroquia en particular.  Es clara la ausencia de formación litúrgica y sobretodo litúrgico-musical en la mayoría de nuestras iglesias locales, desde los mismos pastores (obispos, sacerdotes y diáconos), hasta los ministros y fieles.  Y si no hay formación desde las cabezas es casi imposible formar a los fieles, aunque sabemos que hay que tomar en cuenta diversos factores tanto contextuales como culturales y sociales.  Es más complicado de lo que parece y las soluciones se ven cada vez menos a nuestro alcance.

 En un libro de Antonio Alcalde, titulado “El Canto de la Misa”, me encontré, en unas cuantas líneas, una descripción de nuestra realidad musical y esto en la música en general y no sólo en la sagrada:

 “Nuestros niños y jóvenes no están educados para la melodía.  Están privados de gustar y saborear una bella melodía porque se han acostumbrado al ritmo insistente, chirriante y machacón… y cuanto más ritmo menos melodía.  Para ellos melodía es sinónimo de canción romántica, de música lenta, para bailar pegados (baladas, boleros)…”

 Es evidente que cuando se trata de una celebración litúrgica la mayoría de los fieles jóvenes y no tan jóvenes no están convenientemente educados ni para ejecutar una música bella y digna ni para escucharla atentamente y participar en ella.  Aún a los mismos pastores les da cierto “miedo” abordar el tema, ya sea para su propia formación o ya sea para las actividades propias del ministerio con los fieles.  Tal vez piensan (y es opinión muy personal), que si no sintonizan con las canciones que están de moda (una moda muy efímera por cierto), y no adaptan los cantos litúrgicos a dicha moda, los fieles huirán o de plano no se acercarán a las celebraciones.  A mi juicio, una cosa es la ‘inculturación’ de que tanto habla la Iglesia y otra muy distinta el “populacherismo”, (¡qué expresión me acabo de sacar de la manga!, ¿verdad?), que en nada sintoniza con la belleza y dignidad que nos hablan los documentos eclesiales.

Y es que parece ilógico: todos pensaríamos que los padrecitos y las monjitas (incluyéndome a mí, por supuesto), estudian por lo menos lo más elemental del arte musical, pero, aunque sea duro decirlo, ésta es la realidad, NO hay formación musical “seria” en los seminarios ni en las casas religosas... (Continuará...)

miércoles, 22 de abril de 2009

La Música Sacra en el siglo XX (Parte II)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

 

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 7 de julio de 2008.

 La Música Sacra en el siglo XX: (Parte II)

“Gloria in excelsis Deo” o “Réquiem aeternam dona ei, Dómine

(“Gloria a Dios en el cielo” o “Dale, Señor, el descanso eterno”).

 

En 1962 se inauguró, con el Papa Juan XXIII el Concilio Vaticano II.  Fue un acontecimiento de suma importancia para la vida de la Iglesia y un parte aguas en lo que se refiere a la liturgia y la música.  Se buscaba la renovación.  Entre los documentos que se promulgaron como resultado de dicho Concilio tenemos la “Constitución Sacrosanctum Concilium” sobre la Sagrada Liturgia, aprobada por el Papa Paulo VI en 1963.  El capítulo VI está dedicado exclusivamente a la Música Sacra.  Este documento ratifica lo antes ordenado por San Pío X y por Pío XII y de nuevo se hace una insistente llamada a una seria formación musical en todos los seminarios y casas religiosas (Art. 115).  En el Art. 116 volvemos a encontrar el canto gregoriano como propio de la liturgia y dice que “hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas”.  También se hace mención de la Polifonía y la vigencia del uso del latín (Art. 113) como propio de la Iglesia: no dice que se destierre, ni tampoco que se imponga, simplemente es la lengua oficial de la Iglesia y su uso depende de los obispos de cada lugar.

 

Y aquí llegamos a un punto especialmente difícil.  El artículo 118 habla sobre el “canto religioso popular” (lo que anteriormente llamábamos como “música religiosa”) y permite que se interprete en las acciones litúrgicas como Misas, Sacramentos, Oficio Divino, siempre y cuando se haga “de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas” para que todo el pueblo participe.  Entiéndase las “normas y prescripciones” referentes a lo antes dicho de “arte y dignidad”.  A partir de este momento, a mi juicio, empezó el fuerte declive de la música sacra en la Iglesia.  Desafortunadamente se ha hecho una muy mala lectura de este artículo y con el pretexto de fomentar la participación del pueblo y facilitarles esta participación, se han introducido “cantos” de muy mala calidad que carecen de “arte y dignidad” y, unos más otros menos, hacen eco de la música profana popular, reprobada por Pío X desde 1903.  Esto tiene su raíz básicamente en la formación.  Desde hace muchos años se ha prescindido de la verdadera formación musical en los seminarios y las casas religiosas.  Se ha descuidado mucho este punto formativo y desgraciadamente se deja todo a la “buena voluntad”.  Los rectores y superiores se han conformado con que haya alguien que toque y cante de ‘oído’.  Yo me pregunto: en 10 años, cuando ese seminarista, religioso o religiosa de muy buena voluntad, que toca y canta de oído, esté al frente de una parroquia o de un grupo de fieles, ¿cuál será el lugar de la música sacra en las acciones litúrgicas?, ¿cómo las organizará en lo que se refiere a este punto específico?, ¿a qué le dará más importancia si la Misa es el culmen de la vida de la Iglesia y la música no es un añadido sino una parte constitutiva de la celebración? … de nuevo sin comentarios.

Y todavía más.  Desafortunadamente me he topado con quienes desdeñan el uso del latín y en consecuencia el canto gregoriano y la polifonía.  Hasta he llegado a escuchar frases como estas:

 

- Madre Beatriz, ¿para qué cantan eso que la gente ni les entiende?

o bien esta otra:

- Madre, por favor toque algo que la gente se sepa y puedan seguirla.

y todavía peor:

- ¡Oiga!, ¿qué no ha leído usted los documentos del Concilio Vaticano II?, ¡allí dice que ya no se cante en latín! (¿será?).

 

Y me queda otra inquietud.  Durante siglos el pueblo cantó fervorosamente todo tipo de melodías gregorianas.  Todo fiel cristiano sabía entonar un Kyrie o un Agnus Dei; sabían de memoria los himnos para cada fiesta además de las secuencias y otros cantos.  Después de una milenaria tradición sacro-musical, ¿podrá pensarse que el pueblo en la actualidad no es capaz de escuchar una melodía y con letra (y traducción) en mano (trabajo que les toca a los responsables), pueda cantarla y participar así activamente?  Yo he comprobado que sí se puede, sólo es falta de formación y mala lectura conciliar.

 

Tenemos todavía dos documentos que podemos citar aunque sea brevemente: Musicam Sacram, instrucción aprobada por el Papa Pablo VI en 1967 y el “Quirógrafode Juan Pablo II” con ocasión del centenario del Motu Proprio de San Pío X.  Del primer documento podemos entresacar lo siguiente:

 

“Música Sacra es aquella que, compuesta para la celebración del culto divino, está dotada de ‘santidad y excelencia de formas’.  El nombre de música sacra comprende el canto gregoriano, la polifonía antigua y moderna en sus diversos géneros, la música sacra para órgano y otros instrumentos admitidos y el canto popular sagrado, es decir litúrgico y religioso”. (No. 4, a y b).

 

¿Hará falta subrayar con doble raya lo de “que está dotada de santidad y excelencia de formas”?... En este apartado encontramos al “canto popular sagrado” como parte constitutiva de la liturgia.  Tenemos en el No. 9 lo siguiente:

 

“… la Iglesia no excluye de las acciones litúrgicas ningún género musical, siempre que responda al espíritu de la acción litúrgica y a la naturaleza de cada parte y no impida la conveniente participación activa del pueblo”.  Y más adelante: “Cuando hay posibilidad de hacerlos debidamente, son deseables la forma más perfecta del canto y el despliegue más solemne de la ceremonia, pero estarían en contra de la verdadera solemnidad litúrgica si llevaran a omitir, a camiar o a cumplir indebidamente algunos de sus elementos…”  (No. 11).

 

Y por esta línea quiero hacer énfasis en este otro punto:

 

“Evítese, cuidadosamente, que, bajo la apariencia de solemnidad, se introduzca en la celebración algo meramente profano o menos conveniente al culto divino…” (No. 13).  No lo digo yo, lo dice el magisterio de la Iglesia.

 

Esta instrucción, “Musicam Sacram”, podemos considerarla como el documento más importante después de la Constitución Sacrosanctum Concilium y la que actualmente rige las normas de la música en la liturgia romana de la Iglesia.  Su contenido no es menos extenso que los promulgados por Pío X y Pío XII y los temas que aborda son los mismos pero aplicados al contexto de la Iglesia actual (actualidad desde 1967): Participación de los fieles, importancia de la Schola Cantorum, Formación musical de todos, normas para los cantos de la Misa y el Oficio Divino, lengua que se debe usar, normas para la correcta elaboración de los cantos en lengua vernácula, música instrumental, etc.  En otra ocasión nos detendremos detalladamente en alguno de sus apartados.

 

Sólo me queda citar, y con esto termino, unos párrafos del “Quirógrafo” de Juan Pablo II.  Este pequeño documento versa sobre la música sacra a 100 años del Motu Proprio de San Pío X.  Nada nuevo que no se haya dicho:

 

“No puede haber música destinada a la celebración de los ritos sagrados que no sea antes ‘arte verdadero’…”. (No. 5).  “Así, pues, el aspecto musical de las celebraciones litúrgicas no puede dejarse ni a la improvisación ni al arbitrio de las personas sino que debe encomendarse a una dirección bien concertada…” (No. 8), dicho por el mismísimo Juan Pablo II.  “Por tanto, también en este campo, urge (el subrayado es mío) promover una sólida formación tanto de los Pastores como de los fieles laicos” (No. 9).  ¿Qué les parece?

 

El último punto que voy a citar de este documento es igual al primero y sirva éste para resumir todas mis inquietudes sacro-musicales:

 

“Es necesario una renovada y profunda consideración de los principios en que deben basarse la formación y la difusión de un repertorio de calidad.  Sólo así se podrá permitir a la expresión musical servir de manera apropiada a su fin último que es ‘la gloria de Dios y la santificación de los fieles” (No. 12).

 

Amén (¡que así sea!).

martes, 14 de abril de 2009

La Música Sacra en el siglo XX (Parte I)

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 7 de julio de 2008.

 

La Música Sacra en el siglo XX:

“Gloria in excelsis Deo” o “Réquiem aeternam dona ei, Dómine

(“Gloria a Dios en el cielo” o “Dale, Señor, el descanso eterno”)

 

El siglo XX fue un siglo de transformaciones musicales muy marcadas, sobre todo en lo que se refiere a la música sacra, y no precisamente han sido las más favorables y afortunadas.

 Hace algunas semanas acompañé a una de mis hermanas de Orden a visitar la Insigne Nacional Basílica de Guadalupe y fue enorme la decepción que me llevé al escuchar la música que se interpreta y se ejecuta en un recinto de tal magnitud e importancia como lo es la Basílica.  Algo parecido he podido apreciar también en la Catedral Metropolitana.  No es mi intención emitir un juicio que a primera vista parecería duro o arbitrario, ni tampoco considero este espacio como el más indicado para abordar este tipo de controversias.  De cualquier forma, en esta ocasión, y motivada por dichas circunstancias, haremos un recorrido por los documentos más significativos de la Iglesia Católica sobre la Música Sacra en el siglo XX.  Lo haremos casi superficialmente, como probando un poco de todo.  En otra ocasión nos detendremos en algún documento en específico y al final cada uno sacará sus propias conclusiones.

 El primer documento que debemos citar es el Motu Proprio de San Pío X, promulgado en 1903.  Ya habíamos comentado algo de su contenido en alguna ocasión anterior, pero hoy quiero que nos fijemos específicamente en los siguientes puntos:

 Dice el No. 1 de los Principios Generales:

 “Como parte integrante de la Liturgia Solemne, la música sagrada tiene a su mismo fin, el cual consiste en la gloria de Dios y en la santificación y edificación de los fieles”.

 Hasta aquí parece que todo va bien.  Sin embargo, en el No. 2 dice:

 “Por consiguiente, la música sagrada debe tener en grado eminente las cualidades propias de la liturgia… la santidad y la bondad de las formas, de donde nace espontáneo otro carácter suyo: la universalidad”.

 Ya aquí comienzan las dificultades.  Muchos de nosotros hemos podido constatar que, en la actualidad, la música en las Iglesias no siempre tiene esas características y esto debido a factores que diremos más adelante.  El documento toca varios temas: géneros de música sagrada, texto litúrgico, formas de composición, cantores, órgano e instrumentos, etc.  Antes de pasar al siguiente documento cito este párrafo que en lo particular me llama mucho la atención:

 “Procúrese que el pueblo vuelva a adquirir la costumbre de usar el canto gregoriano para que los fieles tomen de nuevo parte más activa en el oficio litúrgico como solían antiguamente”.

 Pero, ¿cómo hacemos cantar la gente si ni los sacerdotes ni las monjitas lo han estudiado y aun en ocasiones lo desdeñan?...  Sin comentarios.

 Pasamos al siguiente documento.  Este es una carta: Encíclica de Pío XII, Musicae Sacrae, que se publicó en 1955 (8 años antes del Concilio Vaticano II).  El Pontífice, después de los saludos de rigor y una larga introducción en la que hace un recorrido por la historia de la música sacra, afirma lo siguiente:

 “Por impulso, y bajo los auspicios de la Iglesia, la ordenación de la música sagrada ha recorrido, en el decurso de los siglos, un largo camino, en el cual, aunque no sin lentitud y dificultad en muchos casos, ha realizado paulatinamente progresos continuos: desde las sencillas e ingenuas melodías gregorianas (que a mi parecer o son tan ingenuas), hasta las grandiosas y magníficas obras de arte…” (No. 3).

Pío XII es más extenso que su homónimo Pío X y en algunas partes confirma lo expuesto en el Motu Proprio o lo amplia y detalla.  En todo caso, un punto al que debemos prestar mucha atención es el referente a la “música religiosa”.  Pío XII hace una muy correcta diferencia entre la “música sacra”, que sería el canto gregoriano y la polifonía, y la “música religiosa” o “popular”.  Esta música se interpretaba fuera del recinto eclesial, en lengua “vulgar”, con melodías sencillas y fáciles de memorizar y que no se escapan de tener cierto aire folclórico y profano según su lugar de origen.  Se entiende con esto que estos cantos carecen de “arte y dignidad” para el culto sagrado, pero Pío XII no los reprueba (y yo me sumo a su opinión).  De hecho anota así:

 “Para que estos cánticos produzcan fruto y provecho espiritual… es necesario que se ajusten plenamente a la doctrina de la fe cristiana… que utilicen una lengua fácil y música sencilla (no sé si también quiera decir ingenua)… y por último, aun siendo cortos y fáciles, presenten una cierta dignidad y una cierta gravedad religiosa”.  (No. 19).

 La diferencia entre una y otra es notoria y aun así se nos exige que la música religiosa sea ‘música digna’.  Pío XII propone que este tipo de cantos se interprete en acciones no meramente litúrgicas, es decir, menos serias: Procesiones, actos de piedad (Rosarios, Vía-Crucis, Novenas), peregrinaciones, Congresos Eucarísticos, catequesis, Jornadas, etc.  En cuanto a las Celebraciones Litúrgicas: Misas, Oficio Divino, Celebración de Sacramentos, Liturgias de la Palabra, etc., nada mejor que una verdadera Música Sacra llena de ‘arte y dignidad’.

 Antes de pasar a los siguientes documentos me gustaría añadir algo más: Pío XII valora mucho la instrucción y la formación litúrgica y musical de los fieles y es de admirar esta afirmación que procede de su mano:

 “… donde falten los medios o la habilidad competente es preferible abstenerse de tales intentos (casi dice de perpetrar la música sacra) antes que producir una obra indigna del culto divino…” (No. 18).

 Ya en los últimos apartados hace un llamado a los pastores de la Iglesia en estos términos:

 “Promoved y ayudad… los institutos píamente fundados para educar al pueblo (y yo añado a los mismos pastores y religiosos), en la música sagrada para perfeccionar mucho más dicho arte…; poseyendo excelentes y aptos profesores, podrán promover el conocimiento, amor y uso de audiciones de música sacra y conciertos religiosos en armonía con las leyes eclesiásticas…” (No. 24).

 Todo esto dicho en 1955, ¡y parece tan actual!  Tenemos hasta aquí medio siglo XX...  (Continuará...)