“El canto en la Iglesia”
- Sor Teodora, ¿has visto a Sor Filotea?
- No, Sor Eustaquia, hace rato que no la veo por aquí. ¿Por qué no la buscas en la biblioteca?
- Tienes razón; si no anda en el órgano, seguro tiene un libro en la mano…
- ¡Espera!, ¡mira!, ¡allá viene!
- ¡Sor Filotea!, hace rato que te estoy buscando
- ¿Tan importante soy?, je, je, ¿en qué puedo ayudarte?
- ¡Graciosa!… tienes visita
- ¿Hoy?... y ¿quién es?
- Son tus amigos Eleuterio y Sigfrido
- ¡Qué bien!, ¿le has avisado ya a nuestra Madre?
- Sí. Dijo que vayas pronto. Ya tienen rato esperando.
- ¡¡¡Voy que vuelo!!!, ¡Dios te lo pague!... – y comenzó a bajar corriendo las escaleras.
- ¡Sor Filotea!, ¡espera!, están en la sala de arriba
- ¡Graaaciaaas!, ¡Dios te lo pague mil veces más! – y subió de nuevo corriendo.
- ¡De verdad que estás chiflada Sor Filotea!
Ya en la sala de visitas:
- ¡Hola!
- ¡Hola Filoteíta!, ¿cómo estás?
- Pues… aquí dicen que estoy bien chiflada…
- ¡Qué bien!, y ¿aparte de eso?
- Bien, muchachos, muy bien… siéntense.
La conversación giró en torno a varios temas hasta que comenzaron a charlar sobre la música sacra:
- Pero, a ver Sor Filotea, ¿qué pasa con el canto en la Iglesia?
- ¡Puf!, ¡si supieras Eleuterio…! ¡la situación está crítica!
- ¿Tanto así? – exclamó Sigfrido.
- ¡Sí!...
- Explícate
- ¿Me dejan tomar el agua desde el pozo?
- Desde luego. Es un tema que siempre quisimos platicar contigo y por una u otra cosa no se había presentado la ocasión.
- Miren, desde tiempos muy antiguos, ya en los primeros siglos del cristianismo, se acostumbraba elevar himnos y cánticos a Dios, sobretodo en sus asambleas dominicales.
- Pero, ¿por qué cantaban?
- Porque con el canto se manifiestan sentimientos y emociones que las palabras no son capaces de comunicar. Para el creyente es también algo así como un símbolo del canto interior del corazón que une lo humano con lo divino.
- Y supongo que con el paso de los siglos se llegó al canto gregoriano – intervino Sigfrido.
- En realidad, el canto gregoriano tuvo sus orígenes en la música de las sinagogas hebreas. Se basa en un sistema modal y fusiona en sí los diversos ritos y formas del canto eclesiástico de varias regiones europeas.
- Y ¿por qué ya no se canta el canto gregoriano?
- Pues todavía a veces se canta Eleuterio. Pero te estás adelantando. Ten calma y te lo platico todo.
- Tengo entendido que no había instrumentos en las antiguas celebraciones. ¿Tenía eso algún significado? – éste fue Sigfrido.
- Más que significado, lo que querían era evitar toda referencia a usos y cultos paganos y los instrumentos eran de uso pagano. Además la voz humana siempre se ha considerado como el instrumento más digno y apropiado para alabar a Dios.
- ¡Bueno!, te has detenido ya bastante en la Edad Media… ¿podrías avanzar unos ocho siglos en tu relato?
- Pero ¡sí que eres desesperado Eleuterio…! Está bien: vino la polifonía, el renacimiento, el barroco, el clasicismo, el romanticismo, el Motu Proprio, el Concilio Vaticano II y colorín colorado…
- ¡No tanto así!, ¡te comiste lo más interesante!
- ¡Ja, ja!... Pues básicamente así sucedió. Durante los siglos XV, XVI, XVII y XVIII la música sacra fue de óptima calidad, verdaderas joyas del arte, cuyos principales creadores eran monjes y clérigos que también eran grandes estudiosos y científicos.
- ¿Qué pasó entonces en el siglo XIX?
- Comenzaron los abusos. Cantar en la liturgia era casi lo mismo que cantar en la ópera y más que ceremonias religiosas parecían representaciones teatrales. Por eso, el Papa Pío X promulgó el Motu Proprio en 1903.
- ¿Qué es el Motu Proprio? – preguntó Eleuterio
- Mira, el problema sobre la forma adecuada de cantar, sobre todo el canto llano fue muy discutida y debatida durante la segunda mitad del siglo XIX. No había un consenso sobre el tema debido a que no se cuentan con partituras originales del canto gregoriano, sino que cada región había hecho su propia tradición en la forma de interpretar las obras. Esto, aunado al pensamiento subjetivo de la época y a la misma falta de consenso en las formas interpretativas, dio como resultado la reforma promulgada por San Pío X.
- Entonces, ¿podríamos decir que el Motu Proprio quiso dar fin a todas estas polémicas? – preguntó Sigfrido.
- Sí, es la respuesta que el papa quiso dar ante el clamor general por todos los acontecimientos que se iban sucediendo en torno a la música sagrada, sobre todo al canto Gregoriano, puntualizó Sor Filotea.
- Pero… si no había partituras originales del Canto Gregoriano, ¿cómo es que tenemos el ‘Liber Usualis’?- volvió a preguntar Sigfrido.
- ¿qué es el ‘Liber Usualis’! – interrumpió Eleuterio.
- El ‘Liber Usualis’ es un libro donde están recopilados la mayoría de las piezas del Canto Gregoriano o mejor dicho Canto Eclesiástico Medieval. En cuanto a la falta de partituras originales de este canto podemos decir que los monjes se dieron a la difícil tarea de gran parte de los estudios de restauración y regeneración de la música pero aun entre ellos había diferentes pensamientos y claves de interpretación.
- Hasta aquí todo va bien Filotea. Algo ya nos habías platicado, pero dime, ¿qué fue lo que pasó después con el Concilio Vaticano II? – preguntó Sigfrido demostrando su pequeña erudición en el tema.
- Aguanta un momento Filotea, – exclamó Eleuterio – ¿me regalas un flan de los que vi allá abajo?
- ¡Pero qué maleducada soy!, ahora mismo les ofrezco algo…
Después de traer unos flanes, galletas y rompope, Sor Filotea se sentó y reanudó su conversación:
- El Concilio Vaticano II se clausuró en 1965 y entre los documentos que se promulgaron está el Sacrosanctum Concilium, donde se habla de la Liturgia y la Música Sacra pero…
En este punto de la charla Sor Filotea mudó su rostro y un deje de tristeza se asomó por sus ojos.
- ¿Pasa algo Filoteíta? – preguntó Eleuterio
- Pues lamento mucho la situación actual de la música sacra en la vida de la Iglesia…
- Por tu semblante me parece que no va del todo bien…
- Va del todo mal, Sigfrido. Se ha hecho una muy mala lectura de los documentos conciliares y ahora hay más y peores abusos que los que había en tiempos del Papa San Pío X.
- ¿Como cuáles?
- Pues en primera ya no hay una preocupación por la correcta formación en la música sacra. Con el pretexto de que la gente participe se han admitido cantos de muy baja calidad y se ha desterrado casi del todo el canto gregoriano y la polifonía vocal. El documento Conciliar del que les hablo dice todo lo contrario. Y para colmo, el órgano ha sido sustituido por un teclado en el mejor de los casos o por un conjunto de guitarras que, aunque bien intencionadas, no tienen el valor artístico ni la dignidad que se requiere para el culto y la alabanza a Dios. Además en los usos “paganos” también se utilizan teclados y guitarras. Si yo voy a una misa con tal música, obligadamente recordaré las fiestas de “bandas” y todas esas cosas. Mi mente y mi corazón en vez de unirse a Dios se van bailar a no sé dónde.
Los chicos se quedaron casi mudos…
- ¡Rico el flan!, ¿verdad Sigfrido?
- ¡Anímate Filoteíta!, algo se podrá hacer, ¿o no?
- Pues… de un tiempo para acá se han organizado algunos seminarios, talleres, cursos y encuentros donde se está dialogando ampliamente sobre esta situación tan deplorable de la música sacra, pero parece casi imposible detener esta pandemia.
- ¡Filotea!, me pareces dramática
- ¿Dramática?, ¡Dramática es la situación!, y para colmo, tal parece que los organistas litúrgicos ya somos una especie en extinción…
- Cambiemos de tema Filoteíta, si no te nos vas a poner más dramática todavía.
- Pues creo que Filotea lleva algo de razón, Eleuterio.
- Miren chicos, lo importante en esto es que por lo menos aquí, en este Monasterio, hacemos nuestra pequeña y humilde aportación a la música sacra, para “gloria de Dios y provecho de nuestras almas”, porque dice el salmo 46: “Quoniam Rex omnis terrae, Deus psalliter sapienter” (“Porque Dios es el Rey de toda la tierra, cántenle sabiamente”), y de verdad que lo queremos hacer “sabiamente”.
Y cambiando el tema, comenzaron a hablar del latín y el griego…
- Sor Teodora, ¿has visto a Sor Filotea?
- No, Sor Eustaquia, hace rato que no la veo por aquí. ¿Por qué no la buscas en la biblioteca?
- Tienes razón; si no anda en el órgano, seguro tiene un libro en la mano…
- ¡Espera!, ¡mira!, ¡allá viene!
- ¡Sor Filotea!, hace rato que te estoy buscando
- ¿Tan importante soy?, je, je, ¿en qué puedo ayudarte?
- ¡Graciosa!… tienes visita
- ¿Hoy?... y ¿quién es?
- Son tus amigos Eleuterio y Sigfrido
- ¡Qué bien!, ¿le has avisado ya a nuestra Madre?
- Sí. Dijo que vayas pronto. Ya tienen rato esperando.
- ¡¡¡Voy que vuelo!!!, ¡Dios te lo pague!... – y comenzó a bajar corriendo las escaleras.
- ¡Sor Filotea!, ¡espera!, están en la sala de arriba
- ¡Graaaciaaas!, ¡Dios te lo pague mil veces más! – y subió de nuevo corriendo.
- ¡De verdad que estás chiflada Sor Filotea!
Ya en la sala de visitas:
- ¡Hola!
- ¡Hola Filoteíta!, ¿cómo estás?
- Pues… aquí dicen que estoy bien chiflada…
- ¡Qué bien!, y ¿aparte de eso?
- Bien, muchachos, muy bien… siéntense.
La conversación giró en torno a varios temas hasta que comenzaron a charlar sobre la música sacra:
- Pero, a ver Sor Filotea, ¿qué pasa con el canto en la Iglesia?
- ¡Puf!, ¡si supieras Eleuterio…! ¡la situación está crítica!
- ¿Tanto así? – exclamó Sigfrido.
- ¡Sí!...
- Explícate
- ¿Me dejan tomar el agua desde el pozo?
- Desde luego. Es un tema que siempre quisimos platicar contigo y por una u otra cosa no se había presentado la ocasión.
- Miren, desde tiempos muy antiguos, ya en los primeros siglos del cristianismo, se acostumbraba elevar himnos y cánticos a Dios, sobretodo en sus asambleas dominicales.
- Pero, ¿por qué cantaban?
- Porque con el canto se manifiestan sentimientos y emociones que las palabras no son capaces de comunicar. Para el creyente es también algo así como un símbolo del canto interior del corazón que une lo humano con lo divino.
- Y supongo que con el paso de los siglos se llegó al canto gregoriano – intervino Sigfrido.
- En realidad, el canto gregoriano tuvo sus orígenes en la música de las sinagogas hebreas. Se basa en un sistema modal y fusiona en sí los diversos ritos y formas del canto eclesiástico de varias regiones europeas.
- Y ¿por qué ya no se canta el canto gregoriano?
- Pues todavía a veces se canta Eleuterio. Pero te estás adelantando. Ten calma y te lo platico todo.
- Tengo entendido que no había instrumentos en las antiguas celebraciones. ¿Tenía eso algún significado? – éste fue Sigfrido.
- Más que significado, lo que querían era evitar toda referencia a usos y cultos paganos y los instrumentos eran de uso pagano. Además la voz humana siempre se ha considerado como el instrumento más digno y apropiado para alabar a Dios.
- ¡Bueno!, te has detenido ya bastante en la Edad Media… ¿podrías avanzar unos ocho siglos en tu relato?
- Pero ¡sí que eres desesperado Eleuterio…! Está bien: vino la polifonía, el renacimiento, el barroco, el clasicismo, el romanticismo, el Motu Proprio, el Concilio Vaticano II y colorín colorado…
- ¡No tanto así!, ¡te comiste lo más interesante!
- ¡Ja, ja!... Pues básicamente así sucedió. Durante los siglos XV, XVI, XVII y XVIII la música sacra fue de óptima calidad, verdaderas joyas del arte, cuyos principales creadores eran monjes y clérigos que también eran grandes estudiosos y científicos.
- ¿Qué pasó entonces en el siglo XIX?
- Comenzaron los abusos. Cantar en la liturgia era casi lo mismo que cantar en la ópera y más que ceremonias religiosas parecían representaciones teatrales. Por eso, el Papa Pío X promulgó el Motu Proprio en 1903.
- ¿Qué es el Motu Proprio? – preguntó Eleuterio
- Mira, el problema sobre la forma adecuada de cantar, sobre todo el canto llano fue muy discutida y debatida durante la segunda mitad del siglo XIX. No había un consenso sobre el tema debido a que no se cuentan con partituras originales del canto gregoriano, sino que cada región había hecho su propia tradición en la forma de interpretar las obras. Esto, aunado al pensamiento subjetivo de la época y a la misma falta de consenso en las formas interpretativas, dio como resultado la reforma promulgada por San Pío X.
- Entonces, ¿podríamos decir que el Motu Proprio quiso dar fin a todas estas polémicas? – preguntó Sigfrido.
- Sí, es la respuesta que el papa quiso dar ante el clamor general por todos los acontecimientos que se iban sucediendo en torno a la música sagrada, sobre todo al canto Gregoriano, puntualizó Sor Filotea.
- Pero… si no había partituras originales del Canto Gregoriano, ¿cómo es que tenemos el ‘Liber Usualis’?- volvió a preguntar Sigfrido.
- ¿qué es el ‘Liber Usualis’! – interrumpió Eleuterio.
- El ‘Liber Usualis’ es un libro donde están recopilados la mayoría de las piezas del Canto Gregoriano o mejor dicho Canto Eclesiástico Medieval. En cuanto a la falta de partituras originales de este canto podemos decir que los monjes se dieron a la difícil tarea de gran parte de los estudios de restauración y regeneración de la música pero aun entre ellos había diferentes pensamientos y claves de interpretación.
- Hasta aquí todo va bien Filotea. Algo ya nos habías platicado, pero dime, ¿qué fue lo que pasó después con el Concilio Vaticano II? – preguntó Sigfrido demostrando su pequeña erudición en el tema.
- Aguanta un momento Filotea, – exclamó Eleuterio – ¿me regalas un flan de los que vi allá abajo?
- ¡Pero qué maleducada soy!, ahora mismo les ofrezco algo…
Después de traer unos flanes, galletas y rompope, Sor Filotea se sentó y reanudó su conversación:
- El Concilio Vaticano II se clausuró en 1965 y entre los documentos que se promulgaron está el Sacrosanctum Concilium, donde se habla de la Liturgia y la Música Sacra pero…
En este punto de la charla Sor Filotea mudó su rostro y un deje de tristeza se asomó por sus ojos.
- ¿Pasa algo Filoteíta? – preguntó Eleuterio
- Pues lamento mucho la situación actual de la música sacra en la vida de la Iglesia…
- Por tu semblante me parece que no va del todo bien…
- Va del todo mal, Sigfrido. Se ha hecho una muy mala lectura de los documentos conciliares y ahora hay más y peores abusos que los que había en tiempos del Papa San Pío X.
- ¿Como cuáles?
- Pues en primera ya no hay una preocupación por la correcta formación en la música sacra. Con el pretexto de que la gente participe se han admitido cantos de muy baja calidad y se ha desterrado casi del todo el canto gregoriano y la polifonía vocal. El documento Conciliar del que les hablo dice todo lo contrario. Y para colmo, el órgano ha sido sustituido por un teclado en el mejor de los casos o por un conjunto de guitarras que, aunque bien intencionadas, no tienen el valor artístico ni la dignidad que se requiere para el culto y la alabanza a Dios. Además en los usos “paganos” también se utilizan teclados y guitarras. Si yo voy a una misa con tal música, obligadamente recordaré las fiestas de “bandas” y todas esas cosas. Mi mente y mi corazón en vez de unirse a Dios se van bailar a no sé dónde.
Los chicos se quedaron casi mudos…
- ¡Rico el flan!, ¿verdad Sigfrido?
- ¡Anímate Filoteíta!, algo se podrá hacer, ¿o no?
- Pues… de un tiempo para acá se han organizado algunos seminarios, talleres, cursos y encuentros donde se está dialogando ampliamente sobre esta situación tan deplorable de la música sacra, pero parece casi imposible detener esta pandemia.
- ¡Filotea!, me pareces dramática
- ¿Dramática?, ¡Dramática es la situación!, y para colmo, tal parece que los organistas litúrgicos ya somos una especie en extinción…
- Cambiemos de tema Filoteíta, si no te nos vas a poner más dramática todavía.
- Pues creo que Filotea lleva algo de razón, Eleuterio.
- Miren chicos, lo importante en esto es que por lo menos aquí, en este Monasterio, hacemos nuestra pequeña y humilde aportación a la música sacra, para “gloria de Dios y provecho de nuestras almas”, porque dice el salmo 46: “Quoniam Rex omnis terrae, Deus psalliter sapienter” (“Porque Dios es el Rey de toda la tierra, cántenle sabiamente”), y de verdad que lo queremos hacer “sabiamente”.
Y cambiando el tema, comenzaron a hablar del latín y el griego…
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