jueves, 27 de agosto de 2009

"El Ordinario de la Misa"

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 22 de julio de 2009.

“El Ordinario de la Misa”


Parte I

Cuando escuchamos hablar de “Misa”, inmediatamente viene a nuestra mente una asamblea cristiana reunida, celebrando, mediante ritos y cantos, los misterios de Dios. A lo largo de los siglos infinidad de compositores han echado a volar su imaginación y han musicalizado, en diferentes y muy variadas versiones cada una de las partes de la “Misa”, tanto las del ordinario como las diversas aclamaciones, momentos procesionales y demás partes de la liturgia Eucarística. En esta ocasión quiero referirme muy brevemente al “Ordinario de la Misa”, que son las partes que más frecuentemente podemos escuchar tanto en las Iglesias (siempre y cuando se tenga un buen equipo de músicos y cantores) como en las salas de concierto o en las estaciones radiofónicas.

La Misa como tal surge a partir de la llamada “Última Cena del Señor”, en la que algunos ritos y palabras tomados de la cena pascual judía se combinan con ritos y palabras totalmente novedosos que le dan el sabor cristiano a dicha Cena. Durante muchos años, después del acontecimiento de la Resurrección, los cristianos del siglo I d.C., se reunían para cumplir el mandato del Señor: “haced esto en memoria mía”. Al principio, estas “cenas” en memoria del Señor sólo eran eso, cenas en las que las los creyentes se reunían y el presbítero que encabezaba el ágape repetía las palabras pronunciadas por Jesucristo. A continuación todos consumían con sumo respeto el pan, que ya no era pan sino el Cuerpo del Señor y el vino, que ya no era vino, sino la Sangre del Señor. Además de ser un verdadero banquete, en el que todos participaban en compartir los alimentos, se hacía distribución equitativa de cuanto se ponía en común y se tenía una amena conversación en la que se recordaban algunos aspectos importantes de la vida de Jesucristo. Conforme van pasando los años a este tipo de “Cenas” se les fueron añadiendo oraciones y plegarias, la recitación de algunos salmos y la introducción de procesiones tanto al comienzo como al ofrecer los dones del pan y del vino. Al parecer hacia el siglo IV ya hay algo más o menos establecido que, aunque se van pronunciando las diferencias entre oriente y occidente, la esencia se sigue conservando: conmemorar la Cena del Señor. Y es por estas fechas en que se tiene noticia de la participación de una Schola Cantorum, es decir la Agrupación de los Cantantes. Ya para siglo VIII o IX se tienen datos de que por lo menos lo que hoy conocemos como el Ordinario de la Misa ya está establecido en todo Occidente y que a pesar de haber surgido como cantos propios de la Asamblea de los fieles es cantada en su mayoría por los presbíteros.

Sería muy largo explicar todo este proceso de evolución que tuvo la Misa y específicamente los cantos que en ella se ejecutan. El Ordinario de la Misa lo componen los siguientes cantos: Kyrie, Gloria, Sanctus con su respectivo Benedictus, y Agnus Déi. Podríamos incluir el Credo pero deliberadamente no lo anoté junto con los ya mencionados debido a que su inclusión definitiva al ordinario fue muy tardía, casi en el siglo XI. Cada una de estas partes cuenta con su propia historia y su muy peculiar evolución e inclusión en la Liturgia Eucarística. Ya en una ocasión habíamos abordado la historia del Agnus Dei, (www.clasicamexico.com/view_archivo.php?id=1&article=28 ) y por ahora solo nos centramos en el Ordinario en su conjunto aunque explicando muy brevemente cada una de sus partes. Los textos de estos cantos son fijos y estructuran la celebración de la misa porque van unidos a sus respectivos ritos. Por eso mismo se les llama “Ordinario” y debe ser lo más privilegiado en cada misa. De hecho la tradición de la Iglesia supo seleccionar de entre su vasto repertorio determinados cantos del Ordinario para los diversos tiempos litúrgicos y para sus múltiples fiestas... (Continuará...)



sábado, 15 de agosto de 2009

"Como un eco lejano" (Conclusión)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

“Como un eco lejano…” (Conclusión)


Miguel Bernal consideraba que “el músico de nuestra época es el artista culto, modesto en su trato y en su porte, que cree en Dios y lo confiesa con su vida”… Él sabía que su vocación era el ser un Músico Sacro y a mi parecer vivió esa vocación con una entrega plena y ardorosa. Miguel Bernal fue un gran músico que “alabó a Dios con oraciones hechas de música, vivió con sencillez y disciplina…”.

Lamentablemente su muerte fue muy prematura… Un 26 de julio de 1956 Miguel Bernal murió a los 46 años, víctima de un infarto masivo al corazón, mientras trabajaba en una partitura que estrenaría ese verano. Había venido desde los Estados Unidos a dirigir algunas de sus obras y a pasar algunos días con su familia, cosa que no pudo llevar a cabo. De cualquier forma, Miguel Bernal Jiménez nos dejó una herencia invaluable tanto en su obra musical como en la didáctica y la litúrgica. Me atrevo a decir que todo músico “decente”, dedicado a la música sacra debe conocer todas las aportaciones que hizo este gran maestro y tomar en cuenta las enseñanzas y sugerencias que nos dejó en toda su obra. Prometo, en otra aventura sacro-musical hacer un análisis más profundo de algunos aspectos tanto de su música como de la liturgia que a él le tocó, que como todos sabemos cambió a partir de las reformas del Concilio Vaticano II. La verdad, no puedo imaginar, si a él le hubiera tocado vivir estos tiempos, cómo hubiera reaccionado ante la actual crisis de la música sacra por la que está pasando la Iglesia católica, pero repito, ése es tema para muchos otros artículos.

Les hago una última recomendación: en este mismo sitio, www.clasicamexico.com podemos encontrar el Podcast del 27 de julio del 2007 del programa de Referencia, que conducen nuestros queridos amigos Emilio Sánchez y Sergio Rivera, en el que nos transmitieron algunas de las piezas más representativas de la obra de Miguel Bernal Jiménez. Y para que lo puedan disfrutar desde luego concluyo este artículo con una frase de “Salmo” que también revela mi sentir y mi pensar con respecto a la música sacra: En mi pecho arde un secreto anhelo, Señor, que mi canto sea agradable a Ti y también a los hombres…”, que en otras palabras sería como dice el Motu Proprio de S. Pío X: … la música sagrada tiende a su mismo fin, el cual consiste en la gloria de Dios y en la santificación y edificación de los fieles”.

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 11 de agosto de 2008 y en www.sorfilotea.wordpress.com